Varias veces Pombo reconocerá la incapacidad del poeta para emular con la naturaleza en cuanto creadora de belleza. Al hombre resta, entonces, contentarse con una discreta imitación. No solo ello, sino también una paciente y silenciosa observación de la relación mística entre Creador y criaturas. Un bello soneto.
El silencio
(en un álbum).
Me encanta la poesía de las cosas;
¡cómo hablan ellas y veneran y aman!
No rías de los griegos cuando llaman
dioses los astros y las plantas diosas.
Con la voz de las almas silenciosas
qué deliciosamente se amalgaman
los himnos puros con que a Dios proclaman
valles y montes, árboles y rosas.
Junto de un ser querido, ¡cuánto es grato
ver, escuchar, sentir la poesía
que escribe por la tarde el firmamento!
¿Quién oye entonce a Homero? —Un insensato.
Cuando habla Dios, como habla noche y día,
bárbaro entrometido es nuestro acento.
Bogotá, septiembre 27: 1881.
No hay comentarios:
Publicar un comentario