Censurando de nuevo los excesos poéticos, sienta Pombo cátedra recomendando el soneto como forma más exigente para los aspirantes a poetas. He aquí la razón de su preferencia: “Yo escribo versos y verdades; cuando son sólo versos tomo cualquier metro; pero cuando uso el verso como eficacísimo medio nemotécnico para cristalizar, no fantasías, ni sentimientos, sino verdades, prefiero el soneto, que es la forma métrica en que, casi espontáneamente, se me cristalizan las verdades”.
El soneto.
Cansó por fin al dios Apolo un día
tanto versificado mamotreto
que para su escrutinio y pase o veto
el mundo entero a su despacho envía.
Las Nueve, que a su honor Júpiter fía,
estaban descuidadas por completo;
ni hora de canto, ni estirón de asueto
dejábales la metricomanía.
Entonces fue cuando inventó el soneto
por máximum legal de poesía,
y que fuese todo él tan puro y neto
que una palabra o sílaba baldía
costase al seudo Píndaro indiscreto
su expulsión de la poeticofradía.
1894.
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