martes, 13 de marzo de 2012

El imán del misterio.



Un tema de suyo muy atractivo, por muy humano: la atracción que ejercita en nosotros lo desconocido. Véanse los misterios, pequeños y grandes, que cita Pombo para ilustrar la búsqueda de lo ignoto o incompleto que, en últimas, es el motor de la vida. Un discurso filosófico en endecasílabos sueltos.

Lo desconocido.

(en el álbum de una bella desconocida).

¿Qué instinto misterioso al hombre inclina
al despego y frialdad por todo aquello
que ya conoce, y a vestir de encanto
y aun perseguir con afanosa industria
todo lo que le es desconocido?

La cumbre azul de inaccesible monte,
la temblorosa estrella, el pajarillo
que canta y no se ve, la forma vaga
que definir las sombras no permiten;
el raudal que velado entre hondo bosque
estrepitoso se derrumba; el río
que por arcos de selva entrando vemos
a otro mayor do navegando vamos;
una frase fugaz de amiga boca
que a medias percibimos; un sarao
desde afuera escuchado; un pie que asoma;
la media estrofa de un papel rasgado;
la inscripción rota, la actitud y asunto
del torso antiguo, el fondo del estanque,
los remotos orígenes de Nilo;
la ignota mano que escribió un billete;
la nave que en la bruma se consume;
el crepúsculo incierto, grato al alma
muy más que el esplendor del mediodía;
los cuasi temas, los acordes sueltos
que de lejana música nos traen
las ráfagas del viento caprichosas;
el recién muerto, cuyo gesto inmóvil
calla pertinazmente el gran secreto
que fascinada el alma le pregunta;
el héroe muerto en flor, que siempre excede
a cuantos su epopeya remataron...
Hay en todo eso el íntimo atractivo
de lo desconocido o lo incompleto
que a investigar o a completar provoca.

Oigo en todo eso un ¡búscame! irritante;
imán de lo infinito a lo finito;
o una belleza de ilusión que acaso
la belleza real no alcanza nunca.

Parece que abrigara el alma humana
tipos de toda perfección, los cuales
en infalible idealidad modelan
los breves elementos que reciben;
mientras que, si tentamos coronarlo
con nuestros medios materiales, todo
de los sentidos la torpeza acusa.

Pero ese afán perseguidor envuelve
la mejor lucha de la vida, y llenos
siglos y tierra están de sus conquistas.
De allí la ciencia, progresiva marcha
de lo noto a lo ignoto, a la cual deben
el cielo estrellas, y la tierra un mundo;
de allí el perdido Edén y de allí el Arte,
cazador de hermosura, que delira
en volver a encontrar el Paraíso;
de allí la Historia, la locuaz curiosa;
de allí el Amor, pues siempre en lo que amamos,
algo, a nuestro pesar, desconocemos;
y de allí el desamor para el ingenio
que, como un libro de escolar, permite
que el corazón le aprenda de memoria;
allí la Fe, visión de lo invisible;
allí, en fin, el instinto, la conciencia
de un destino inmortal; de algo que abraza
juntos misterio y solución de todo;
unidad, perfección de perfecciones;
causa primera y fin de cuanto existe;
consciente posesión de lo absoluto,
ardiente vida en éxtasi inefable.

Bogotá, febrero 15: 1881.

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