En un banquete conmemorativo de Ayacucho ofrecido a Faraelio, aprovecha el poeta para estampar consideraciones técnicas sobre su arte, a más de datos biográficos. Discurre sobre la obra, el público y la crítica.
Patria y poesía.
Postre vario.
A mis amigos Juan B. Pérez y Soto y compañeros, en un banquete ofrecido al autor el día 9 de diciembre, aniversario de Ayacucho.
Caro Juan y demás patronos míos
que un triunfo me acordáis sin que haya guerra,
por azuzar los moribundos bríos
de un zancarrón que está pidiendo tierra;
creadores de la nada, por maniobra
de la amistad que pródiga os engaña
ciñendo lauros a un autor sin obra,
rey sin dominio y héroe sin hazaña:
cuando en vosotros mi alabanza escucho
y me enseña mi yo vuestro relato,
yo desde luego os lo agradezco mucho,
mas no me reconozco en mi retrato.
Busco ese Pombo y no lo encuentro en casa,
sois pues, vosotros la encantada avena
y yo no más que el céfiro que pasa,
y a cuyo soplo el instrumento suena.
El alma del que mira es el encanto
que en más de una visión nos gratifica;
y lo sonoro, lo íntimo del canto
está en el corazón que se lo aplica.
Así es el pueblo el alma del tribuno;
y amamos como rey de los cantores
al que leyó de joven cada uno
poniéndole su música de amores.
Por eso me embalsama todavía
Zorrilla el corazón. Su cantilena
bien puede ser una ánfora vacía,
la Hebe que evoco a su rumor, la llena.
Advierto ahora mi casual talento
de mantenerme en condición de mito.
Lo ideal no consiente tocamiento,
y en lo invisible hay algo de infinito.
Del mismo modo un vago buhonero
o un guerrillero que jamás da blanco
pasa por general o por banquero
por no tener ejército ni banco.
Mi in-edición, esa es precisamente
toda mi fuerza. En publicando tomo,
¿qué gajo del laurel queda en mi frente
o átomo de epidermis en mi lomo?
El que se imprime en colección, se entrega
cual pollo asado al secular cuchillo.
Mientras que si en la atmósfera se riega
hará siluetas de águila un cuclillo.
Sigo, como sabéis la homeopatía,
y el público lector es su observante.
Un glóbulo de verso a nadie hastía;
columna o tomo necesita aguante.
A Dante y Milton nadie se antepone,
y es, no leerlos y admirarlos, mengua;
al Dante, en especial, no hay quien destrone
por su sin par estilo y mala lengua:
No obstante: todo un Lamartin mordisca
por pesado al inglés, y en el toscano
sólo halló el episodio de Francisca
digno de su renombre soberano.
Cada cual lleva en sí la poesía,
potencia que del polvo lo redime,
la más breve ocasión que le sonría
basta a soltar la facultad sublime.
Allí el hechizo, o a su turno espanto,
de Arte y beldad, de página y banquete,
no es fuerza ver, leer, recibir tanto;
da todo su valor quien lo interprete.
Edgardo Poe, espíritu analítico,
estudia esta cuestión, y en limpio sienta
que en cualquiera poesía es impolítico
que los renglones pasen de cuarenta.
Yo, que sólo al humor suelto la vena,
y jamás hice versos por programa,
por lucir mi arpa o deslucir la ajena
o hacerme colección, dinero o fama,
no llevo regla o cuenta semejante;
en cuanto llaman pies calzo a mi gusto,
y ya inflo un ratón hasta elefante,
ya en un dedal un elefante ajusto.
Suele ser la pereza mi poética;
el momento, el humor me da el asunto,
y hago sonetos por pereza estética.
porque eso tiene intraspasable punto.
Sólo allí la aritmética introduzco,
me encanta por lo neto y lo lacónico,
y, aunque tal vez ni yo me los traduzco,
obedezco al hacerlos a un mal crónico:
La impaciencia moderna, el tedio y prisa
del público lector, es el secreto
que asegura, a despecho de la risa,
el fuero imprescriptible del Soneto.
Hasta allá, con el tiempo, irá el poema;
y la lírica suelta al epigrama;
como la ley gramatical suprema
ya la va formulando el telegrama.
He allí el nivelador de los idiomas,
el rendez vous de la expresión humana,
la interjección, sin puntos y sin comas,
suprimirá la prosa charlatana;
habrá un enorme Webster, una clave
eléctrico-pictórica de signos;
y algo como el cuadrúpedo o el ave
serán nuestros repórters fidedignos;
y cuando de este modo se inventarie
cuanto Dios o el mortal inventar quiso,
vueltos por la cultura a la barbarie,
tendremos la poesía del Paraíso.
Así quisiera hablaros esta noche,
pero ¿dónde está Adán? ¿Dónde está Eva?
La civilización es un derroche
de lo que nada sirve y nada prueba.
Del lujo y gloria del jardín primero
réstanos sólo la perversa fruta,
el arte de hacer daño al compañero,
la ciencia de la hablilla y la disputa.
En vano desgañítase entretanto
diciendo en su esplendor el firmamento:
¡Vivid! ¡Dejad vivir!, que éste es un santo
dón del Señor que durará un momento;
un momento no más; pero éste sobra
para amar mucho, y que algún ser nos ame;
elevarnos a Dios, admirar su obra
y alistarnos para Él cuando nos llame.
[1892]
En las restantes dos partes de la poesía, habla Pombo sobre Sucre y la patria.
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