Sábese que Edipo venció a la Esfinge de Tebas, resolviendo el enigma que le propuso, del siguiente tenor: “¿Cuál es el animal que camina en cuatro pies por la mañana, en dos a mediodía, y en tres por la tarde?. Edipo reconoció en estas palabras el emblema de la infancia, de la virilidad y de la vejez. El monstruo, vencido y furioso, se precipitó en el mar”. (Larousse). Pombo responde el enigma con un soneto en que reúne a la reflexión el sentimiento.
Dios.
¡Cómo augura y compendia cada día
la historia entera del mortal camino!
El albor turbio, inquieto y sibilino;
la mañana, en su crédula ufanía;
el activo y ardiente mediodía
que raya de mundano en libertino;
la prima tarde, en que unge al peregrino
la primer[1] brisa repelente y fría;
el gran ocaso en que se extreman tanto
para extinguirse, tantas cosas bellas
dejándonos tristeza y desencanto.
Y al fin la noche, en que apagadas ellas,
a este hondo y negro y mudo camposanto
responde el cielo con su hervor de estrellas.
J. J. Ortega Torres, Poesía colombiana, Bogotá, 1942, p. 113, sugiere que el título del soneto sea Días, alterado por error de imprenta.
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