De nuevo un tema capital de su obra, el discurso filosófico sobre el amor, a propósito de unos versos de su colega Tegualda. El seudónimo encubre a Mercedes Álvarez de Velasco, bogotana nacida en 1859 (para cuando Pombo le escribe tenía 18 años). En El Perú Ilustrado, de 1889, apareció un juicio crítico de la autora, acompañado de su retrato. Fue la poetisa acreedora a los elogios de Juan Valera y Ricardo Palma. A su vez fungió de crítica, en un folleto que estampó sobre la obra de Medardo Rivas, dado a luz en 1884. En El Parnaso colombiano, de Áñez, le publicaron siete poesías (incluida una a la muerte de Alfonso XII, mas no la que dio pie a Pombo); en La lira nueva, de Rivas Groot, no clasificó, pero sí su esposo, el sr. Leonidas Flórez.
Digresión aparte, nuestro poeta entiende el amor como deleite fugaz que tal vez no sabemos conservar. Esa tendencia a perder el bien es la Eva del alma.
A Tegualda.
Poetisa de La flor y la vida.
Tu flor, querida amiga,
son todas nuestras flores.
Tu amor el cuento abriga
de todos los amores:
dulces presentimientos,
ufanas esperanzas,
locos deslumbramientos,
ardientes lontananzas...
¡Breves bonanzas,
largos lamentos!
Somos siempre el ludibrio
de una ilusión frustránea.
El punto de equilibrio,
la cumbre es instantánea.
Subimos al asalto
de un cielo azul, rotundo;
llegamos y el pie falto
ya nos lleva al profundo.
¡Parar en lo alto
no es deste mundo!
Allí se ven acaso
cosas que desvanecen;
algo que turba el paso,
mohanes que aparecen.
El alma misma lleva
un germen de locura
que siempre se subleva
al coronar la altura.
¡Hay siempre Eva
en la natura!
Jamás nos satisface
lo que Dios darnos quiso,
y es triste el desenlace
de cada paraíso.
Somos tan niños, tánto,
que siempre en nuestro juego
rompemos el encanto
para llorarlo luégo;
y es vano el llanto,
y es vano el ruego.
Felices, bien felices
si del lloro al cuidado
salvamos las raíces
del árbol desgajado,
que acaso en otra parte
florecerá de nuevo,
porque la ausencia imparte
un doloroso cebo:
y a esa triste arte
consuelos debo.
Feliz quien al veneno
de algún pesar tardío
su afecto o el ajeno,
salvó de horrendo hastío,
y aunque el dolor nos hunda,
suele brotar de él mismo
una ilusión segunda
ya exenta de egoísmo;
¡que Dios fecunda
hasta el abismo!
Tan sólo el sacrificio
da en su crisol severo
todo su beneficio
al amor verdadero.
La dicha es domicilio
do ignora que ama el que ama,
no hay luz sin el auxilio
de depurante llama.
Más bien que idilio
amor es drama.
Mas todo drama vivo,
que el Cielo o el diablo hace,
tiene su reversivo,
un doble desenlace.
La escena cambia. El mundo
nunca da el drama entero.
Jamás por tremebundo
te rinda el fin primero.
Vendrá el segundo,
el verdadero.
Agosto: 1877.
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