La renovación y la muerte.
En “la tarde de la vida, árida y fosca”, menudean las reflexiones sobre la vida presente y la futura, el tedio y la esperanza.
Cuerpo y alma.
Vibra un rayo de luz el sol naciente,
sobre un negro rumor de catarata,
y enciéndela en vellón de nieve y plata
posando inmune en su tropel hirviente.
Ella no es una, es mil, no hay quien las cuente;
gota a gota se forja y desbarata;
pero su mismo vértigo aquilata
del rayo etéreo la virtud potente.
Hé aquí el alma, inasible, intacta, fuerte;
y una siempre entre el rudo torbellino
de la renovación y de la muerte.
Cuando ya no ande para mí el molino,
¡piérdete en el fangal, ceniza inerte!
¡Torna, oh luz, a tu fuente, al sol divino!
Mayo 14: 1897.
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