martes, 6 de marzo de 2012

Más allá de la vida.


Es constante en la obra de Pombo la idea de la vida como pena impuesta, a la que responde la de la muerte como liberación y tránsito a una realidad mejor. Lo único que lo ata al mundo es su madre, como ya habíamos visto en las estrofas dedicadas al Niágara.

¡Paz!

¡Hermosísimo día! De esos días
que alumbran hasta el fondo la tristeza,
y en que son inconscientes ironías
dicha, entusiasmo, juventud, belleza.

En que místicamente el esqueleto
de su animada carne se desnuda,
y al afán de vivir no encuentra objeto,
y, no de Dios, de lo palpable duda.

Cuando, como un reloj que andando sigue
sin són de golpe ni índice de hora,
no hay bien que atraiga, ni dolor que hostigue,
y lejos de sí mismo el hombre mora;

y sin embargo, hay vida; hay un profundo
ritmo de amor, de aspiración oída
que responde sonoro en otro mundo
a estos emblemas muertos de la vida;

y en la figura vana del presente,
que no vale un dolor ni un apetito,
se transparenta y reconoce y siente
lo eterno, lo solemne, lo infinito.

Día hermoso, es verdad; pero de aquellos
en que fiestas de vivos no recrean,
y más que el mirto nos parecen bellos
los sauces que los túmulos sombrean.

¡Día hermoso es verdad! No por sí mismo,
sino por el vacío que nos canta
dentro del corazón; por el abismo
de luz a do el espíritu levanta;

por el paso que rompe, en el despejo
de su serenidad, a un sol divino
que entenebrece con fugaz reflejo
la misma luz que nos abrió el camino...

El día con su luz, con su embeleso
la voz de la amistad, y otra que al hombre
nunca engañó, la que desata al preso
y él llama muerte equivocando el nombre,

juntos los tres a la última morada
convidáronme a ir; data funesta,
cruel para una madre infortunada;
para mí, de mis únicas de fiesta.

Allí mi dulce fúnebre oratorio,
allí el doble carísimo modelo
de vida y muerte; allí el reclinatorio
donde hago pie para soltar el vuelo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario