miércoles, 28 de marzo de 2012

Visiones.


Cuando Florencio (alias del poeta en su madurez, como lo fuera Faraelio en su juventud, según dato de Orjuela) frisaba los sesenta, se entrega a la reflexión, apartado del mundo. En los sonetos que copiamos, cuyo título no indica mayor cosa, parece hablar con la musa o con su ángel guardián o bien con el arquetipo de la belleza. Domina la composición un tono íntimo y misterioso.

Primera página.

Zilia[1]... soy yo. ¿Te espanta la voz mía?
Tú la escuchaste siempre sin recelo,
alma que alzaba con la tuya el vuelo,
a esferas de verdad y de armonía.

Si hoy vuelvo a esta región triste y sombría
ya emancipado del terrestre velo,
no imagines que te hablo desde el cielo,
ni que en tu busca Satanás me envía.

Ni el bien ni el mal me abrieron su infinito.
Tú me verás cual fui, cuando mi nada
del sumo juez se reincorpora al grito.

Plúgole en tanto darme otra morada
y que en breves visitas te relate
cual goza y pena en otro mundo el vate.

II

Problema.

Si el árbol por sus frutos se delata,
si de lo vil lo celestial no brota,
¿cómo del fango que la mente embota
surgir beldad que eleva y arrebata?

Si todo sueño es fábrica insensata
que recuerdos revuelve y escamota,
¿de dónde tú, mujer perfecta, ignota,
y amarme así cual mi gemela innata?

¿Dios no te envió? Si estabas en mí mismo
invisible hasta hoy, cuando del mundo
palpo el vacío al fondo del abismo,

hoy salvadora te quitaste el velo,
como al fin se descubre al moribundo
su ángel guardián para llevarlo al cielo.

Ahora de manera clara, refiere el poeta una visión nocturna en que se le presenta una hermosa:

Beldad soñada.

1.o Ella.

¿De dónde a mí viniste, o de qué modo
te creé yo mismo, angélica doncella,
bella sin par, y amante a par de bella
que anoche, en sueño, me endiosaste todo?

¿Cómo de un sueño en el fugaz periodo[2]
se hizo un edén, cuya radiante huella
tibia aún en mi espíritu destella
aunque impalpable de la carne al lodo?

Ideal quizás que traje yo de arriba,
tú me diste una vida en una hora,
y luego te velaste al sol esquiva,

vaso del puro néctar que atesora
el cielo para mí, mi alma cautiva
ansía volar donde tu fuente mora.

Julio 10: 1894.


[1] Aunque Zilia es personaje de un par de novelas francesas del dieciocho, parece un personaje propio de Pombo.
[2] Nótese que Pombo ya acentuaba grave, muestra de que la acentuación esdrújula cayó en desuso hace mucho tiempo.

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