viernes, 30 de diciembre de 2011

Imposturas poéticas.

Por allá en 1855, en La Guirnalda de José Joaquín Ortiz, apareció una poesía que conmovió a los literatos y al público dentro y fuera del país. La copiamos en seguida, con la presentación entusiasmada del sr. Ortiz:

Mi amor.

La siguiente composicion es de una jóven bogotana, que oculta pertinazmente su nombre bajo el velo del anónimo. ¿Qué podríamos nosotros decir en honor suyo? Que la Grecia no oyo un canto ni tan apasionado, ni tan hermoso resonando sobre la lira de la desventurada
Safo.
¡Ojalá que Edda, aprovechándose del mismo anónimo, se dignara enviarnos sus producciones, que serian uno de los mas bellos adornos de La Guirnalda! -El Editor.

Era mi vida el lóbrego vacío,
era mi corazon la estéril nada;
pero me viste tú, dulce amor mio,
i creóme un universo tu mirada!

A ese golpe, mis ojos encontraron
bella la tierra, el ánima divina;
mundos de sentimiento en mí brotaron,
i fué tu sombra el sol que me ilumina.

Si esto es amor, oh jóven, yo te amo!
I si esto es gratitud, yo te bendigo!
Yo mi adorado, mi señor te llamo;
que otras te den el título de amigo!

Te amo; qué gloria! I que al oirme el mundo
me execre i burle déspota i perverso:
te amara aunque me odiaras iracundo;
fuera de ti, qué importa el universo?
I no imploro tu amor; que, siendo tuyo,
tu desprecio i desden bendeciría:
amarte, obedecerte, ese es mi orgullo,
i amando tu desden yo moriría.

Yo te idolatro indigna de tu afecto:
sí, porque no hai mujer digna de ti,
pura imájen de Dios! hombre perfecto!
proscrito arcánjel que cruzó ante mí!

Yo he traslucido incógnito suplicio
en tu faz réjia, en tu imponente voz.
La enerjía hai allí de un sacrificio;
hai allí la tristeza de un adiós...!

Siempre encanté con tu vision mis sueños:
ah! son tan dulces! Siempre estás allí!
Astro de sabrosísimos ensueños,
en que forjo mis cielos para ti!

I allí te ví feliz, allí no pisas
el mundo indigno en que sufriendo estás;
i son dulces, no amargas tus sonrisas,
i nada enturbia el brillo de tu faz.

Oh, si el amor de una mujer valiera
por el santo dolor de un serafin!
Por verte alegre hasta tu amor yo diera,
mi porvenir, mi amor, mi ser en fin!
Qué no hiciera por ti, soñado mio,
cuando es mi luz la huella de tu pié!
Tu capricho esclavice mi albedrío,
palma de mártir bríndeme tu fé!

Profeta que a mi espíritu anunciaste
la relijion feliz del corazon,
i el amor al Dios grande me enseñaste
viendo su sombra en ti, su bendicion:

Gracias, gracias! mancebo poderoso,
de iluminada frente i pecho audaz;
en todo bello, en todo jeneroso;
de ningun mal, de todo bien capaz.

Veo en ti la corona sin segundo
que en las sienes de Adan puso el Criador,
i reconozco al Hombre, al Rei del mundo,
i de hinojos saludo a mi Señor!
Así, cuando en instante incomparado
tu irresistible atmósfera sentí,
ciega, fatal, cual astro desquiciado,
me lancé a ti para abismarme en ti;

para vivir en tu recuerdo estática
i embellecer con él mi soledad;
para gozar con mi pasion fanática
ante la cual gritó la sociedad;

para rëir mirando tu sonrisa;
para llorar mirándote llorar;
para ser tu entusiasta poetisa
i contigo incesante delirar;

para querer cuanto amas o te äma,
i lo que odias o te odie aborrecer;
eterna mariposa da tu llama,
fiel tutelar i sombra de tu ser.

Alma que siempre tu alma reproduzca,
corazon que lo tuyo sienta en mí,
ojo que siempre i por doquier te busca,
labios que ruegan sin cesar por ti.

Cuando me ves, mi ser se diviniza!
Cuando te oigo soi toda inspiracion!
i, oh, si te dignas darme una sonrisa
la dicha me sofoca el corazon!
Cuando respiro el fuego de tu aliento
mi seno necesito comprimir:
mi alma quiere volar a su elemento
i en una aspiracion a tu alma ïr!

Cuando roza tu brazo mi vestido,
cuando siento tu mano... yo no sé...
lívida salto atras cual leon herido,
i tambalea trémulo mi pié.

I si tú no eres tú... si das un paso...
desplomada a tus pies viérasme allí:
la emocion infinita de un abrazo
era mucho, era un rayo para mí!

Dios, tu entero esplendor me abrasaria;
hombre, ante ti es mas débil la mujer,
i nada, bien sacrílega i bien fria
la furia mas intensa del placer .
Mas, dicha o infortunio, cualquier cosa
que me venga de ti, bendita sea!
Tu esclava, tu creacion besa orgullosa
la mano que la inmola o endiosea!

Arrastrada hácia ti ciega me siento,
cual a su abismo el Tequendama vá:
húndame en él, o salte al firmamento,
siempre el golpe mi voz bendecirá!

Si te debo mis lágrimas mañana,
hoi por ti soi feliz; amante soi!
Piedad para tu pobre bogotana!
No sé lo que te dije: loca estoi!

EDDA .


Ello fue que los versos de la bogotana excitaron la sensibilidad de los americanos, como se puede ver por una anécdota varias veces reproducida cuando se habla del señor Pombo. Cuenta Miguel Cané, diplomático argentino, en su libro En viaje, que una compatriota suya que ofrecía tertulias en Nueva York tuvo el siguiente diálogo con el poeta:
“Una noche se encaró con Pombo y le preguntó quién era esa poetisa desconocida, esa famosa Edda la Bogotana, cuyos versos, impregnados de una pasión profunda y absorbente, le recordaban los inimitables acentos de Saffo, llamando con el ímpetu del alma y el estremecimiento de la carne al hombre de sus sueños y de sus deseos.
Era mi vida el lóbrego vacío,
era mi corazón la estéril nada...
Pero me viste tú, dulce bien mío,
y creome un universo tu mirada...
—¿Encuentra usted esos versos dignos de atención, señora?—dijo Pombo.
—¿Esos versos, en que vibra un alma apasionada, esos versos tan de mujer, envueltos en la adoración, en el misticismo misterioso de Santa Teresa?... ¡He ahí los hombres! ¿Cuál de ustedes sería capaz de escribirlos?...
—Pues Edda está actualmente en Nueva York, y si usted quiere conocerla...
—¿Que si quiero conocerla?—dijo nuestra compatriota con su ímpetu característico.—Ahora mismo me dice usted dónde vive, cómo se llama, y mañana sin falta la visito. ¡Me la voy a comer a besos!
—Pues empiece usted, señora... Edda... ¡soy yo!
Si Byron cruzara hoy las calles con el traje estrecho de brin, polainas y anteojos verdes, con que nos lo pinta Lady Blessingthon, que lo vio en Venecia, no sería mayor nuestro desencanto que el de nuestra compatriota, que no tuvo más recurso que dar un adiós a Edda, desvanecida... en la forma de una palmada en la mejilla de Pombo...” 

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Los románticos y el exterior.

En los primeros días de la naciente república, el caucano Julio Arboleda (1817-62) sale con escasos trece años para Inglaterra, de donde, pasados ocho años, ha de volver con el cartón de Bachellor of Arts debajo del brazo. Dominó las lenguas inglesa, francesa y latina, y vendría a encarnar el ideal del poeta soldado, además de producir la máxima expresión épica del grupo romántico nacional: el Gonzalo de Oyón.
Arboleda, como sus contemporáneos, trató varios géneros; mas llama la atención que de sus poesías políticas hiciera Menéndez y Pelayo: “huelen a pólvora, parecen rugidos de león más que obras de arte”.
Se metió en política y hubiera sido un presidente poeta (denominación con que hoy se quiere ridiculizar a hombres que, al menos en uno de los términos del binomio, son superiores a sus críticos) si no lo hubieran asesinado. Ah, era primo de Pombo y por las venas de ambos corría sangre irlandesa.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Inicios del romanticismo.

Hoy incluimos datos del interesante estudio de Héctor Orjuela La obra poética de Rafael Pombo, editado por el Caro y Cuervo:


1830. José E. Caro compuso el poema Lara, que los críticos ponen de principio del movimiento romántico nacional. En América los precursores de la nueva escuela serán Heredia y Bello, entre otros. El romanticismo americano es de cuño francés, con particular influjo de Chateaubriand y de Hugo. Hay que notar que dicha tradición no nos llegó por conducto español, sino directamente; y que también se conocieron modelos peninsulares e ingleses. A favor de los españoles obró el hecho de que, por el nuevo plan de estudios de 1843 para la Universidad Central, subiera a la cátedra de retórica el español Diodoro de Pascual. Sus alumnos vinieron a formar tertulia con el aditamento de una biblioteca itinerante que ponía a disposición las obras de Hugo, Zorrilla, Martínez de la Rosa, Feijoo, Chateaubriand, Byron y Scott, Lamartine, Quintana y otros.
Hacia 1845, los mismos jóvenes formaron una Sociedad Literaria, cuyo órgano era El Albor Literario, en donde aparecieron composiciones de los primeros románticos. Otra revista de la época fue Ensayos Literarios, editada por los alumnos del Colegio del Espíritu Santo. A todo ésto, asistimos a la fundación de los partidos tradicionales y de escuelas dependientes de ellos, como la Escuela Republicana para el caso de los liberales, y la Sociedad Filotémica para los conservadores. Nos importa esta última, pues en su órgano, El Filotémico, aparecieron las primeras obras de Faraelio, seudónimo con que se encubría Rafael Pombo a sus diecisiete años.  

martes, 13 de diciembre de 2011

Los primeros años.

José Rafael de Pombo y Rebolledo nace en Bogotá un 7 de noviembre de 1833. Su padre, don Lino de Pombo, cayó prisionera y fue enviado a España por oponerse al asedio de Morillo a Cartagena; su abuelo, don Manuel de Pombo, fue uno de Los firmantes del Acta de Independencia en 1810. Vuelto a la patria, se casó en 1827 con Ana María Rebolledo, de familia caucana, lo mismo que los Pombos. En 1833, don Lino fue nombrado por el presidente Santander para secretario del Interior y de Relaciones Exteriores, por lo cual Rafael vino a nacer en Bogotá.
Dejamos al jovencito Rafael en 1844, año de su ingreso al Seminario de Bogotá.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Bogotá por 1850.

Presentamos hoy unos daticos de la Bogotá en que Pombo se decidió por la poesía (copiamos de la antología preparada por Darío Jaramillo Agudelo):


"A pesar de que Bogotá no pasaba de 30.000 habitantes y de que cifras indicativas arrojan un 80% de analfabetismo en un país que tenía 954 estudiantes de bachillerato, 591 seminaristas y 747 universitarios, los periódicos de Bogotá, de Cartagena y de Medellín publicaban traducciones de los discursos de Lamartine y textos de Eugenio Sue y de Lord Byron. Había una verdadera fiebre romántica: exaltación de la libertad y
del individuo, culto al héroe, a la patria, al pasado, comunión con la naturaleza, énfasis en las emociones, en el amor, afán de trascendencia, culto a la misión sagrada del artista, inquietud metafísica por el más allá. Esto bebían, esto respiraban y pesaban nuestros escasos letrados de entonces".

domingo, 11 de diciembre de 2011

Vocación de poeta.

Leo en una antología del sr. Pombo un sabroso pasaje autobiográfico en que habla con don Lino, su padre, del siguiente tenor:


"—Vamos, Rafael, veo que eres ingeniero sin obras y sin vocación para el oficio. Te gustan todas Las artes: la pintura, la música y la poesía. Semejante dispersión de actividades del ingenio me parece sencillamente detestable. Tú no serás nada en ningún campo, ni ideal ni práctico. Decídete por ser algo en cosa de provecho". Contestó Rafael: "—Si he de ser franco, debo confesarte que la cosa por la que siento más definida inclinación es la poesía".
"—Pues poeta serás aunque después te pese", terminó don Lino.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Noche de diciembre.

Presentamos, en esta oportunidad, el poema Noche de diciembre, el cual los críticos usualmente incluyen en las antologías del poeta bogotano.


Noche de diciembre.

Noche como ésta, y contemplada a solas,

no la puede sufrir mi corazón:

Da un dolor de hermosura irresistible,

un miedo profundísimo de Dios.

Ven a partir conmigo lo que siento,

ésto que abrumador desborda en mí;

ven a hacerme finito lo infinito

y a encarnar el angélico festín.

¡Mira ese cielo!... Es demasiado cielo

para el ojo de insecto de un mortal;

refléjame en tus ojos un fragmento

que yo alcance a medir y a sondear.

Un cielo que responda a mi delirio

sin hacerme sentir mi pequeñez;

un cielo mío, que me esté mirando

y que tan solo a mí mirando esté.

Esas estrellas, ¡ay!, brillan tan lejos;

con tus pupilas tráemelas aquí,

donde yo pueda en mi avidez tocarlas

y apurar su seráfico elixir.

Hay un silencio en esta inmensa noche

que no es silencio: es místico disfraz

de un concierto inmortal. Por escucharlo

mudo como la muerte el orbe está.

Déjame oírlo, enamorada mía,

al través de tu ardiente corazón:

solo el amor transporta a nuestro mundo

las notas de la música de Dios.

Él es la clave de la ciencia eterna,

la invisible cadena creatriz

que une al hombre con Dios y con sus obras,

y Adán a Cristo y el principio al fin.

De aquel hervor de luz está manando

el rocío del alma. Ebrio de amor

y de delicia tiembla el firmamento,

inunda el Creador la creación.

¡Sí, el Creador!, cuya grandeza misma

es la que nos impide verlo aquí,

pero que, como atmósfera de gracia,

se hace entretanto por doquier sentir...

Déjame unir mis labios a tus labios,

une a tu corazón mi corazón,

doblemos nuestro ser para que alcance

a recoger la bendición de Dios.

Todo, la gota como el orbe, cabe

en su grandeza y su bondad. Tal vez

pensó en nosotros cuando abrió esta noche,

como a las turbas su palacio un rey.

¡Danza gloriosa de almas y de estrellas!

¡Banquete de inmortales!, y pues ya,

por su largueza en él nos encontramos,

de amor y vida en el cenit fugaz.

Ven a partir conmigo lo que siento,

ésto que abrumador desborda en mí;

ven a hacerme finito lo infinito

y a encarnar el angélico festín.

¿Qué perdió Adán perdiendo el paraíso,

si ese azul firmamento le quedó

y una mujer, compendio de natura,

donde saborear la obra de Dios?

¡Tú y Dios me disputáis en este instante!

Fúndanse nuestras almas y en audaz

rapto de adoración volemos juntas

de nuestro amor al santo manantial.

Te abrazaré como la tierra al cielo

en consorcio sagrado; oirás de mí

lo que oídos mortales nunca oyeron,

lo que habla el serafín al serafín;

y entonces esta angustia de hermosura,

este miedo de Dios que al hombre da

el sentirlo tan cerca, tendrá un nombre

eterno entre los dos: ¡felicidad!

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La luna apareció: sol de las almas

si astro de los sentidos es el sol.

Nunca desde una cúpula más bella

ni templo más magnífico alumbró.

¡Rito imponente! Ahuyéntase el pecado

y hasta su sombra. El rayo de esta luz

te transfigura en ángel. Nuestra dicha

toca al fin su solemne plenitud.

A consagrar nuestras eternas nupcias

esta noche llegó... ¡siento soplar

brisa de gloria, estamos en el puerto!

Esa luna feliz viene de allá.

Cándida vela que redonda se alza

sobre el piélago azul de la ilusión,

¡mírala, está llamándonos! !Volemos

a embarcarnos en ella para Dios!

Bogotá, diciembre de 1874.