sábado, 31 de marzo de 2012

Lo que embota el cuerpo...


Reúne Pombo a la reflexión estética la evocación de sentimientos pretéritos en estos cuartetos, con un quinteto bordón. Alude, como en otras ocasiones, a una amada de hace medio siglo, es decir, de la época de sus estudios de ingeniería y de su estreno de periodista. Podría tratarse, según los datos que trae Orjuela, de Luisa Armero.

Magia.

(A mi amigo Roberto Suárez)

El arte es sugestión. La arcilla lerda
deja a Pesiquis la esencia de la obra.
herido el aire, está de más la cuerda;
herida el alma, la palabra sobra.

La conciencia tenaz de lo infinito
no puede holgar en limitado arresto;
el mármol ya tallado, el canto escrito,
a su autor claman: «tu visión no es esto».

Y a par del arte, es sugestión el orbe
de este mismo infinito que recata.
Un día hermoso, inmenso, no me absorbe;
más grande que la esfera me dilata.

Dentro de mí un espíritu de cieno
niégame al que ansio y necesito y llamo;
mas yo al vil, como a esclavo, lo refreno,
y lo denuncio en prueba de Él que amo.

¿Por qué no halagan ya mi fantasía
tantas cosas que niño encontré bellas?
¿Hoy qué les falta? ¿Fueron obra mía?
¿Soy otro yo, o envejecieron ellas?

Y en cambio ¡cuánta inobservada perla
que no acierto a pintar, hoy me fascina!
¿Veo más con menos ojos para verla,
o lo que embota el cuerpo el alma afina?
..........................................

Conmigo, hace años, niña encantadora,
leía cierta épica contienda;
el libro es inmortal, mas la lectora
me interesaba más que la leyenda.

Llegados a un pasaje que, recelo,
mi lector encontró soso o difuso,
la hoja marcó con hebras de su pelo
y una tregua de plática propuso.

Convine... Allí el autor dormita acaso[1];
mas yo aquel ejemplar de su poema
guardo aún, —y esa marca—, y hoy repaso
y rumio allí su inspiración suprema.

No era Paolo yo, ni ella Francesca,
ni audaz el verso: su pureza misma
me habrá salvado esa emoción tan fresca
y por luz de la página ese prisma.

Y si en dédalo atroz, seguro guía
fue un hilo, ¿no sabrán esos cabellos
volverme al sol de rosa de aquel día
yendo mi corazón prendido de ellos?

Obra inmortal; pero es mi dulce amiga
el numen que allí busco, amo y venero.
Su aureola, su voz, aun su fatiga
me dejó consagrado el libro entero.

Ficticio estimarán, o extravagante,
culto tan largo en pago de tan poco,
mas debió menos a Beatriz el Dante,
y lo hizo un santo, y para el vulgo un loco;

ni serás tú quien niegue en su egoísmo
que haya un puente de amor que del abismo
de medio siglo enlace los extremos:
Consta un ejemplo, un nombre, y es el mismo
que tú y yo y una lápida sabemos.

[Repertorio Colombiano, abril de 1898]


[1] Quandoque bonus dormitat Homerus (Con frecuencia dormita el bueno de Homero). Horacio, en su Arte poética (359), nos da a entender con estas palabras que aun los escritores de genio suelen incurrir en faltas. (Larousse).

Erotismo crepuscular.


Notamos como muy singular la expresión erótica en la poesía de Florencio. Tanto más cuando la compone a sus 65, no en su juventud, en donde tiende más a la idealidad y al amor edénico. Sabroso soneto, en que se transparenta la fuerza de la pasión.

A Intacta.

¿No sientes tú que tu exquisita boca
pide otra boca que se estampe en ella,
y que un mirar que incendiador destella
la bomba de los ósculos provoca?

¿Que para cárcel de tu pecho es poca
esa malla que mórbido atropella;
y en fin, que cuando Dios te hizo tan bella
no dijo: «esto se mira y no se toca»?

¿No sientes que tú misma no te sientes
en todo tu sabor mientras no expriman
en ti tu rico jugo extraños dientes?

¿Y que aguardas los brazos que te opriman
tal como inerte y mudo aguarda el piano
de ágil virtuoso la potente mano?

Octubre: 1898.

Comentario a la Esfinge.


Sábese que Edipo venció a la Esfinge de Tebas, resolviendo el enigma que le propuso, del siguiente tenor: “¿Cuál es el animal que camina en cuatro pies por la mañana, en dos a mediodía, y en tres por la tarde?. Edipo reconoció en estas palabras el emblema de la infancia, de la virilidad y de la vejez. El monstruo, vencido y furioso, se precipitó en el mar”. (Larousse). Pombo responde el enigma con un soneto en que reúne a la reflexión el sentimiento.
Dios.

¡Cómo augura y compendia cada día
la historia entera del mortal camino!
El albor turbio, inquieto y sibilino;
la mañana, en su crédula ufanía;

el activo y ardiente mediodía
que raya de mundano en libertino;
la prima tarde, en que unge al peregrino
la primer[1] brisa repelente y fría;

el gran ocaso en que se extreman tanto
para extinguirse, tantas cosas bellas
dejándonos tristeza y desencanto.

Y al fin la noche, en que apagadas ellas,
a este hondo y negro y mudo camposanto
responde el cielo con su hervor de estrellas.


[1] La apócope es corriente en Pombo y no responde, al parecer, a conveniencias métricas.

miércoles, 28 de marzo de 2012

Palabra de Dios.


Sábese que la publicación del “revólver místico” (El ocho de diciembre: Tributo católico a María) fue para unos indicio inconcuso de la decadencia de Florencio; para el sr. Caro origen de la polémica sobre la prosa teológica en sonetos, rifirrafe que distanció finalmente a los dos colegas y correligionarios. Si bien no defendemos el citado opúsculo, aducimos un ejemplo de que la fe de Pombo sí produjo obras muy legibles, como el siguiente soneto:

El arco iris.

aún vibra el trueno, y surge entre neblina
la improvisada fábrica preciosa
de oro, esmeralda, azul, violeta y rosa,
pura, impalpable, etérea, cristalina.

Vio aquí el griego a su alada peregrina
y de sus dioses mensajera diosa;
y Noé, cuando el arca en salvo posa,
vio de perpetua paz prenda divina.

Dios habla en todo: su palabra es su obra,
y esta visión que glorifica el duelo
sonriendo al bajel cuando zozobra,

hija ella misma del voraz flagelo,
nos dice: «¡ven, tu patria te recobra!
¡Hé aquí tu arco triunfal de entrada al Cielo!»

Noviembre 13: 1898.

Ecos virgilianos.


Muestra de nuevo Pombo que las composiciones de circunstancias no son enteramente estériles, como este soneto epitalamio que recuerda un lugar virgiliano.

Nota de Virgilio.

(A Hortensia Antommarchi de Vásquez en el matrimonio de su Annina).

Ni el pecho para sí su néctar cuaja,
ni para sí la mar sus perlas cría;
no fue para el cantor su poesía
ni para el seno maternal su alhaja.

Pero ¿es feliz quien para sí trabaja?
¿Quién halló en sí su propia granjería?
¿No es Trino el mismo Dios? ¿No se gloría
cuando a inmolarse por los hombres baja?

Oro es para el poeta un verso suyo
cuando vuelve de lejos a su oído
dentro de un corazón que lo embalsama.

Y, ¡oh madre!, tu hija es más tesoro tuyo
cuando a ti vuelve doble, en otro nido,
que no menos que tú prueba que ama.

La renovación y la muerte.

La renovación y la muerte.
En “la tarde de la vida, árida y fosca”, menudean las reflexiones sobre la vida presente y la futura, el tedio y la esperanza.

Cuerpo y alma.

Vibra un rayo de luz el sol naciente,
sobre un negro rumor de catarata,
y enciéndela en vellón de nieve y plata
posando inmune en su tropel hirviente.

Ella no es una, es mil, no hay quien las cuente;
gota a gota se forja y desbarata;
pero su mismo vértigo aquilata
del rayo etéreo la virtud potente.

Hé aquí el alma, inasible, intacta, fuerte;
y una siempre entre el rudo torbellino
de la renovación y de la muerte.

Cuando ya no ande para mí el molino,
¡piérdete en el fangal, ceniza inerte!
¡Torna, oh luz, a tu fuente, al sol divino!

Mayo 14: 1897.

Pasión crepuscular.


Con más de sesenta años, plasma Pombo en un soneto el deseo sobre el fondo de la vejez. Tórnase en David anciano, consorte de la joven Abisag.

Abisag.

Prenda de nueve lustros de delirio,
instantes de oro y siglos de desvelo;
flor de la leche y sangre y caramelo
de quien fue al par mi gloria y mi martirio:

Cuando ya soy un esqueleto, un cirio,
cuando puedo y debiera ser tu abuelo,
vengo a verte, ¡ay!, en punto de buñuelo,
botón al reventar de rosa y lirio.

Para mí, ¡tarde piace!...[1], pero ancora
si te dignaras «fomentarme» un día
cual piadosa Abisag al Rey Profeta,

nueve lustros de sed, más la demora,
capital e intereses, cobraría;
y tú el último aliento del poeta.

Mayo 20: 1895.

Las funciones maritales de Abisag, empero, reducíanse a calentarle el lecho al rey, a fomentarlo, según la autoridad de 1 Reyes 1: 4. Véase, en contrario, el cuadro de Pedro Américo.


[1] Parece que la frase no es italiana. Ocurre en refraneros del siglo dieciséis, Covarrubias la trae y Correas le dedica un buen párrafo, asentando que su valor es: “Tarde piache: hablar i akudir tarde”. La frase alude al polluelo que no pía a tiempo y sufre las consecuencias de su tardanza. De la ortografía indica: “Piache se dice a lo enfátiko i niño, por ‘piaste’ de ‘piar’”. Corominas lo explica por el origen gallego de la frase, parecer sancionado por el DRAE.

Contra la metricomanía.


Censurando de nuevo los excesos poéticos, sienta Pombo cátedra recomendando el soneto como forma más exigente para los aspirantes a poetas. He aquí la razón de su preferencia: “Yo escribo versos y verdades; cuando son sólo versos tomo cualquier metro; pero cuando uso el verso como eficacísimo medio nemotécnico para cristalizar, no fantasías, ni sentimientos, sino verdades, prefiero el soneto, que es la forma métrica en que, casi espontáneamente, se me cristalizan las verdades”.

El soneto.

Cansó por fin al dios Apolo un día
tanto versificado mamotreto
que para su escrutinio y pase o veto
el mundo entero a su despacho envía.

Las Nueve, que a su honor Júpiter fía,
estaban descuidadas por completo;
ni hora de canto, ni estirón de asueto
dejábales la metricomanía.

Entonces fue cuando inventó el soneto
por máximum legal de poesía,
y que fuese todo él tan puro y neto

que una palabra o sílaba baldía
costase al seudo Píndaro indiscreto
su expulsión de la poeticofradía.

1894.

Visiones.


Cuando Florencio (alias del poeta en su madurez, como lo fuera Faraelio en su juventud, según dato de Orjuela) frisaba los sesenta, se entrega a la reflexión, apartado del mundo. En los sonetos que copiamos, cuyo título no indica mayor cosa, parece hablar con la musa o con su ángel guardián o bien con el arquetipo de la belleza. Domina la composición un tono íntimo y misterioso.

Primera página.

Zilia[1]... soy yo. ¿Te espanta la voz mía?
Tú la escuchaste siempre sin recelo,
alma que alzaba con la tuya el vuelo,
a esferas de verdad y de armonía.

Si hoy vuelvo a esta región triste y sombría
ya emancipado del terrestre velo,
no imagines que te hablo desde el cielo,
ni que en tu busca Satanás me envía.

Ni el bien ni el mal me abrieron su infinito.
Tú me verás cual fui, cuando mi nada
del sumo juez se reincorpora al grito.

Plúgole en tanto darme otra morada
y que en breves visitas te relate
cual goza y pena en otro mundo el vate.

II

Problema.

Si el árbol por sus frutos se delata,
si de lo vil lo celestial no brota,
¿cómo del fango que la mente embota
surgir beldad que eleva y arrebata?

Si todo sueño es fábrica insensata
que recuerdos revuelve y escamota,
¿de dónde tú, mujer perfecta, ignota,
y amarme así cual mi gemela innata?

¿Dios no te envió? Si estabas en mí mismo
invisible hasta hoy, cuando del mundo
palpo el vacío al fondo del abismo,

hoy salvadora te quitaste el velo,
como al fin se descubre al moribundo
su ángel guardián para llevarlo al cielo.

Ahora de manera clara, refiere el poeta una visión nocturna en que se le presenta una hermosa:

Beldad soñada.

1.o Ella.

¿De dónde a mí viniste, o de qué modo
te creé yo mismo, angélica doncella,
bella sin par, y amante a par de bella
que anoche, en sueño, me endiosaste todo?

¿Cómo de un sueño en el fugaz periodo[2]
se hizo un edén, cuya radiante huella
tibia aún en mi espíritu destella
aunque impalpable de la carne al lodo?

Ideal quizás que traje yo de arriba,
tú me diste una vida en una hora,
y luego te velaste al sol esquiva,

vaso del puro néctar que atesora
el cielo para mí, mi alma cautiva
ansía volar donde tu fuente mora.

Julio 10: 1894.


[1] Aunque Zilia es personaje de un par de novelas francesas del dieciocho, parece un personaje propio de Pombo.
[2] Nótese que Pombo ya acentuaba grave, muestra de que la acentuación esdrújula cayó en desuso hace mucho tiempo.

El tipo latino.


Ya habíamos copiado los versos de Faraelio a las yanquis de Broadway, en que enumera de paso los atractivos de las hispanas. Vuelve a referirse al tema en redondillas fáciles y risueñas, en que estampa su idea de la belleza femenina.

Mi tipo.

La belleza en la mujer
no es cuestión de Padre Astete,
y el que en tal molde la mete
muy bobos nos quiere hacer.

Tal vez querrá colocar
dos o tres hijas tarascas,
o de amorosas borrascas
a un hijo alegrón salvar.

Mas yo entiendo la cuestión
como estrictamente estética,
y no ha de tachar de herética
ni un Santo mi solución:

Que la norma en la belleza
es variable y contingente,
porque cada cual la siente
según su naturaleza.

La insípida el tonto adora,
el sabio la intelectual,
y cada hombre su ideal
halla en donde se enamora.

Yo, por hoy libre y vacante,
diera el voto a una morena,
forma esbelta pero llena,
con faz correcta y picante.

Ingenua expresión de niña
con ojos de horno que quemen,
y labios de esos que tremen
como provocando a riña.

Belleza meridional
de alma y línea decidida;
no esa inerte y desabrida
de corderito pascual.

Acaramelada tez
más bien que batido blanco,
tipo ardiente, activo y franco,
no de angélica insulsez.

Candor de cielo en el rostro
con un infierno inconsciente,
algo que encante y que tiente,
querub con visos de monstruo.

De monstruo que me devore
y que a la vez me arrebate,
que adorándome me mate
e insultándome me adore.

Quiero una beldad dramática
no una sílfide de idilio:
una Dido de Virgilio
más que una Ofelia[1] linfática.

No una lánguida, pasiva,
igual, pintada hermosura;
sino agridulce en ternura
y gratamente agresiva.

Y, sin jugar[2] del vocablo,
diré que mi musa, en fin,
ha de ser un serafín
salpicadito de diablo.

Bogotá, abril: 1892.


[1] Dice el Larousse: Personaje de Hamlet, tragedia de Shakespeare y una de sus más deliciosas creaciones. Ofelia, loca de desesperación, va cogiendo flores a orillas de un río, cae al agua y muere.
[2] En el sentido de usar de, como se dice de las armas.