jueves, 15 de marzo de 2012

No volar como el águila.


A pesar de su sabida afición a las aves, rehúsa el poeta que se le tenga por águila, como cosa del todo incompatible con su naturaleza. A más de ello, aprovecha para hablar de la fama y de sus críticos, agradeciendo el eterno favor de que gozó entre sus cofrades femeninas. Es, pues, una obrita de circunstancias que cobra valor biográfico.

De confianza.

A la señorita doña Elvira Antommarchi(respuesta a unos versos para mi cartera).

Al ver en tus hipérboles rotundas
la regia forma que tu voz perfila
entre la excelsa luz con que me inundas;
y los rayos que das a mi pupila
y ese laurel con que mi sien circundas,
todos dirán: «Hermana de Dorila
de la isla de las águilas oriundas[1],
pero sin pretensión de monopolio
en materia de cetro y capitolio».

¿Yo águila? ¡Oh pavor! Vida como ésa,
¿a qué imaginación no da desmayo?
¡Flotar, flotar, y electa al fin la presa
caer y arrebatarla como el rayo
hasta el risco de un páramo por mesa,
sin una flor de abril ni auras de mayo
ni algún sorbo cordial de sobremesa!
Un Felipe segundo del vacío,
siempre temido y solo y torvo y frío.

Blando y friolento como soy, ¿qué haría,
y en la edad de la calva y el catarro,
lejos de la sabrosa compañía
donde a mi gusto el alma despilfarro?
¿Sin poder espantar la hipocondría,
ya hilando en humo la memoria impía,
ya con amigos empinando el jarro?
¿Recluso en un panóptico de estrellas,
tan lejos de otras más amables que ellas?

¡Y actuando un solo eterno! —Si siquiera
cantar quitara el frío y hasta el hambre
como afirma una jácara llanera[2];
pero es el caso que en el vasto enjambre
de águilas que Dios hizo, ni una mera,
de las arpas de pluma, no de alambre,
cantó jamás, ni en libro ni en galera:
y entiendo que, de músicos de pico,
siempre a los grandes aventaja el chico.

No ansio[3] coronas de águila o de buitre,
que dichas relucientes zarandajas
pueden, entre otras serias desventajas,
cargar con dinamita mi pupitre
y esparcirme en la atmósfera en migajas;
amén de que en el mundo el más belitre
se encumbra al cielo en dácame[4] esas pajas,
y ni tierra ni cielo es, a derechas,
ese Sahara azul adonde me echas.

Me han desahuciado y muerto muchas veces,
una o dos el doctor, cien mis cofrades;
pero jamás, ni en éstas mis vejeces,
las de Apolo dulcísimas mitades,
que siempre son caritativos jueces;
y aun creo deber mi prórroga a sus preces,
cual mis does de pecho a sus beldades.
Reciban todas en cabeza tuya,
este voto de gracia y aleluya.

Cada alma sueña un ideal de vida,
y es cada vida el chasco de ese sueño,
un burlón que a su casa nos convida
y no encontramos ni el festín ni el dueño.
Destinada hoy la vida no vivida
a otro tiempo y lugar, mi único empeño
ya es hacer los avíos de partida.
Si olvidé buscar fama en la edad loca
¿lo haré cuando la muerte a mi hombro toca?

Más que la adusta olímpica monarca,
hubiera sido yo la fiel paloma
que con su parabién retornó al arca;
o el pajarillo que anunció en su idioma
el sueño-mundo al genovés patriarca;
o el gorrión que de su ávida carcoma
expurga la mazorca en la comarca;
o el que, de amigas como tú en la mano.
paga con su arpa el nectarino grano.


[1] Córcega.
[2] Cuando fueres a los llanos
y no llevares avío,
cantando se quita el hambre,
silbando se quita el frío.
[3] Cuervo asienta, § 308: Muchos se ven perplejos con respecto á la acentuación de algunos verbos en iar, como ansiar, pues no saben si sea yo ansío ó yo ánsio: como regla general puede sentarse que si el verbo se compone ó deriva de un nombre, se conserva el acento de éste; así se dice yo me espácio, yo rábio, yo estúdio, yo enfrío, etc. Son excepciones yo amplío, yo carío, yo contrarío, yo me glorío, yo inventarío, yo varío, yo vidrío, yo vácio. (Anota Cuervo que Espronceda acentuaba de ambos modos, lo que prueba vacilación en España también).
[4] Cuervo asienta, § 290: Del imperativo da (del verbo dar) y acá se ha formado el vocablo daca, cuyo uso se ve en aquel curioso refrán: «Daca el gallo, toma el gallo, quedan las plumas en la mano»; y en estos lugares:
«Toda la noche, daca el orinal, toma el orinal», (Cervantes, Entremés El viejo celoso).

Daca tu hermana ó daca la asadura:
escoge el que más quieres de estos dacas. (Quevedo, Las necedades de Orlando, canto II).

Esta voz no puede usarse sino tuteando á otro ; una vez que esto no suceda, es menester decir déme (si es singular) ó denme (si plural).

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