martes, 6 de marzo de 2012

Todo tiempo pasado.


Vuelto a Bogotá y promediando su vida, cultiva el soneto como forma favorita, ora suelto ora en serie. Aquí nos topamos con una precoz nostalgia, con una contraposición entre ayer y hoy: la imaginación y el sentimiento se han resfriado con el paso del tiempo. El primer cuadro es de la vida interior, el segundo sobre el jubiloso aspecto del mundo.

In illo tempore.

I

¡Diciembre! ¡Enero!... Cuánta dulce historia
surge, a tu imán, del yermo del presente,
¡oh áurea estación de la Sabana ingente,
do el aire es dicha, el horizonte gloria!

Ebria en alas del éter mi memoria
la magia de otro tiempo aspira y siente,
y el corazón se me desata ardiente
como al héroe en su campo de victoria.

Cielo, aire, luz, los mismos de otros días;
canta la misma música en el alma;
mi juventud resucitó por dentro.

¿Por fuera?... Reinan las pasiones frías,
no ya el amor; y, en busca de otra palma,
vejez con faz de rosa es lo que encuentro.

II

¡Partidas de parranda al Tequendama!
¡Noches de Soacha! ¡Furias de alegría
en que la savia juvenil corría
a par del Funza en su impetuoso drama!

¡Amplios banquetes do en mantel de grama
ministraban su néctar y ambrosía
hebes maravillosas, y ceñía
radiantes sienes triunfadora rama!

¡Vuelta a galope, en férvido tumulto,
en aquellas mañanas transparentes
en que circula por el cuerpo el cielo!

¡Tiempo de asueto, universal indulto,
júbilo fraternal!, ¿tus dulces fuentes
la ilustración ha convertido en hielo?

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