jueves, 15 de marzo de 2012

El que canta y no se ve.


Las obras de circunstancias eran muy a propósito para plasmar ideas ligeras y atractivas, como ésta en que Faraelio vuelve sobre el tema de la fascinación de lo invisible. La contextura métrica es de seguidilla, combinación de versos de siete y cinco sílabas, de rima asonante.

Lo invisible

(En el álbum de la señorita Otilia Lindig).

A menudo en el fondo
de nuestras selvas
una fuente escuchamos
que anda muy cerca,
y canta y ríe,
y habla, y es deliciosa,
pero invisible.

Y a veces, como magia
del aura leve,
nos embriaga un aroma,
néctar celeste,
de alguna virgen
flor generosa y grata,
pero invisible.

Y así el ángel custodio
se nos oculta;
y así para el poeta
siempre es la musa:
y así tú fuiste
para mi alma: adorable
pero invisible.

Y yo, pájaro rudo
y extravagante,
me ocultaré en la selva
cuando te cante;
y así es posible
que me oigas: no por dulce,
por invisible.

Y ¡ah! bien nos dice el alma,
que en tierra y cielo
sólo vale un suspiro
lo que no vemos.
Mas lo visible
nos cierra ojos y oídos
a lo invisible.

Bogotá, marzo 30: 1883.

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