sábado, 11 de febrero de 2012

Se rebosó la copa.


Dijimos otra vez que el joven Pombo, a los veinte años, fue a visitar a sus parientes de Popayán. Allí conoció a las Manuelitas que, según Orjuela, son el molde en que el poeta vació a la apasionada Edda. Una de ellas, Manuelita Lindo, suscitó la ira de la sociedad local debido a una transgresión de las convenciones sociales. Entonces, “en el rapto de indignación más violento que nunca he tenido, hice mis versos: A Manuelita (Lindo) el 3 de enero de 1854. Siempre el nombre de Manuelita i siempre ese número 3”. El arrebato le dio para explayarse, en 76 cuartetos más un sustancioso epígrafe paulino, contra la censura social de que era víctima su amiga.
Antes había dicho, en el Prospecto de La Siesta, de 20 de julio de 1852, disertando sobre la función social de la prensa:
En tanto que en el Cauca el honor de las vírgenes estaba en manos de los bandidos, la capital de la República daba el inaudito escándalo de insultar por la prensa á sus matronas; como si en caso alguno ó por pretesto alguno, la virtud, debilidad i ternura de la mujer pudieran otra cosa merecer del hombre que su culto de respeto i amor; como si en caso alguno la suerte de ella que es por él tan infeliz pudiera merecer otra cosa de este, que su consagracion á dulcificarla, compasion al ménos para la víctima. Copiamos el principio de la diatriba en verso: 

La copa de vino.


A Manuelita
¡Y te hieren a ti...!
Julio Arboleda.

¿Y vosotros por qué juzgáis a vuestros hermanos?
O vosotros ¿por qué menosprecias a vuestros hermanos?
Pues todos compareceremos ante el tribunal
de Cristo. En cuanto a mí, poco me importa
ser juzgado de vosotros o de humano día, pues
ni aun yo me juzgo a mí mismo.
San Pablo.


La sociedad, la sociedad injusta,
esta feria de crimen, ha lanzado
la excomunión civil del renegado
sobre tu frente limpia, virginal;

y entre el círculo amante que al oído
te prodiga cariños y alabanza
no ha tronado una voz por tu venganza
arrostrando el escándalo social.

Yo que callo ante ti, yo que tan sólo
me hinco ante el dios que en el altar venero,
yo que en silencio agonizar prefiero
a exponerme al desdén de una mujer,

yo que creo la lisonja obsequio indigno
de tu mérito excelso y tu talento,
yo, absoluto señor de lo que siento,
pero absoluto esclavo del deber;

yo quiero en alta voz, frente de todos
el rayo devolver que te fulminan,
porque me quema ver que te asesinan
con máscara de afecto y compasión;

y porque caiga en mí todo su enojo,
y alzarme en triunfo o sucumbir contigo,
quiero ver si diciendo lo que digo
tiranizan también mi corazón.

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