jueves, 16 de febrero de 2012

El sueño del señor Pombo.


Abusamos del título que pusiera Luciano Pulgar a una de sus notas, de que luego hablaremos, para tratar sobre la realidad y el sueño en la obra de Faraelio o Florencio, dos seudónimos de nuestro poeta. Trátase de una serie de sonetos del asunto recurrente, por lecturas de Calderón (a quien menciona en un cuarteto), de la vida y el sueño. Llegará incluso a afirmar: “... Sólo el sueño no es ridículo porque él es la existencia sin la vida. Lo amo i lo bendigo como el bello ideal, el utimatum de mi filosofía”.
A propósito, en su Diario de 1855, figuran estas obras en una posible selección de sus poesías, “en caso de publicar algo mío en lo que ahora no pienso”.
Sueños.

I

Si cuando amamos, es verdad que amamos,
¿cómo es verdad que luego aborrecemos?
Si cuando vemos, es verdad que vemos,
¿cómo ha de ser de veras que olvidamos?
Si no es mentira el bien que disfrutamos,
si es realidad el mal que padecemos,
¿quién nos roba ese bien que poseemos?
¿quién nos roba ese mal que nos forjamos?

Cinco sentidos a la par mintiendo
bien claro y sin cesar me están probando
que aquí es mentira cuanto estoy sintiendo.

Atormentada el alma delirando
sólo en lo que no siente está creyendo,
que es Dios, pues sólo a dios no está negando.

II

De lo que sueño en el soñar del día,
luego, al soñar de noche, me despierto,
y de un sueño a otro sueño me convierto[1]
cuando sueño que el sol mi sueño espía.

Los dos sueños poniendo en armonía
el doble sueño de vivir concierto,
del cual despertaré cuando haya muerto
si no sigo soñando todavía.

Soñando estar de su soñar desnuda
suéñase que ha soñado mi conciencia
cuando de sueño solamente muda;

pero ante Dios, que es mi única creencia.
sueño de sueños llamaré sin duda
este eterno soñar de la existencia.

III

Sueña Colón que de los cielos cae
de su glorioso porvenir la estrella:
lánzase al mar tras la fulgente huella;
vuelve, y al mundo un nuevo mundo trae.

El gran Bolívar férvido se abstrae
soñando libre a su Colombia bella;
viene, y Colombia de su sien destella
lidia, y Colombia al español sustrae.

Así el sueño de dos completa un mundo,
y ese estupendo mundo es un ensueño,
o el sueño es padre de verdad fecundo.

Pero el sueño de un mundo aún es pequeño:
la tierra entera, el cielo, el mar profundo
¿qué será para Dios? ¡Acaso un sueño!
IV

Los grandes hombres.

Si soñando de noche sospechamos
que es sólo un sueño lo que entonces vemos,
héroes en nuestros sueños nos volvemos
y más audaces que el condor[2] volamos.

Si de día soñando adivinamos
el sueño y vanidad de cuanto hacemos,
jugar con la ilusión nos proponemos
genios y grandes hombres nos llamamos;

travieso entonces Napoleón se lanza
contra Europa, y le da la sacudida
que dieron en la venta a Sancho Panza;

y entonces con sonrisa mal fingida,
de su amargura en singular venganza,
exclama Calderón: «sueño es la vida».

V

Como un ángel purísimo que apena
toca la tierra con aérea planta
en éxtasis de amor contempla santa
el hombre a la mujer que lo enajena.

Él, con su propia adoración se enfrena
y el ajeno desdén bendice y canta,
y ella, tanta virtud, ternura tanta,
a eterna burla y desamor condena.

Pero... ¡el ángel cayó!, y encuentra el hombre
hecho apetito vil su santo empeño,
aire su dicha, y su querub... ¡un nombre!

Y despreciando al anhelado dueño
hace que triste el corazón se asombre
al ver que amor y que beldad son sueño.

VI

Las grandezas humanas.

¿Es rico con sus onzas el avaro
que esclavo de sus onzas vive y muere?
¿El celoso que insulta a quien más quiere
ama cuanto su amor vende tan caro?
¿Dónde la palma está que al genio raro
los hierros de su jaula le aligere?
Quien «sólo sé que nada sé» profiere
¿qué ciencia obtuvo de su don preclaro?

¡Gloria!... ¡Riqueza!... ¡Amor!... ¡Necios apodos!
Sois peor que una ridícula ironía,
vuestras propias antítesis sois todos.

El mundo es un tejar do noche y día
va revolviendo el hombre de mil modos
el barro de que torpe se gloría.

VII

Y ¡oh! si un sueño no fuese mi deseo,
y cuanto miro y oigo, aspiro y toco;
si el duelo mismo que infeliz sofoco
no fuese un tormentoso desvaneo;

si el mal que sufro, aunque en el mal no creo,
y el bien que ya sin esperanza invoco
no fuera sólo el divagar de un loco
de esta locura universal que veo;

si fuese realidad miseria tanta
que insulta y acongoja el alma mía,
y de tan gran resignación me espanta,

entonces yo desparecer vería
de mi agitado mar la estrella santa,
y sin soñar más sueños, moriría.

VIII

Tuve una pesadilla: ¡la agonía
con todos sus inmóviles dolores!
¡El delirio con todos sus horrores!
¡Infierno que abortó la fantasía!

Mas, ¡desperté! ¡Mi mano estaba fría!
¡Daban mis ojos tristes resplandores!
¡Mostraba el labio fúnebres colores!
¡Mi faz la de un cadáver parecía!

¡Y aquello fue verdad! Fue mi existencia
esa visión horrenda y angustiada
de que al fin me libró la Providencia.

Volvió al mundo mi alma una mirada,
viose de mi cadáver en presencia
y... tuve que soltar la carcajada.


[1] Es puro latinismo, pues en español convertir no significa volverse, dirigirse a.
[2] En sus poesías, siempre acentúa condór.

1 comentario:

  1. El volumen II de Poesía completa prueba que Pombo también decía cóndor.

    ResponderEliminar