La gloria y el ocaso.
En 1905 (época que la crítica reputa como de su decadencia) el sr. Pombo fue coronado poeta nacional, en el Teatro de Colón. Ello fue que don Rafael, a partir de entonces, se recluyó en su habitación, entre libros y cuadros. Tal conducta es, para los más, una entre tantas excentricidades suyas; y no habría razón para disentir de no ser por los datos que allega Max Grillo en una nota sobre el bardo fechada en La Paz, 1912. Dice el crítico:
“Desde el día de su coronación se recluyó en su casa y se metió en el lecho, diciendo: «Cuando se me corona es porque se me despide». El día en que, acompañado de un amigo, fuí a participarle que la Academia de la Poesía Colombiana lo había designado su Presidente honorario, nos contestó: «Ustedes lo que han hecho es designarme mensajero ante nuestros amigos de ultratumba... »”.
La frase es, sin duda, un argumento de peso contra los homenajes en vida. La coronación de que fue objeto parecía no dejarle lugar en el mundo al homenajeado...
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